Iria Massotti
Incluso en plena álgebra de la vida moderna
podemos afirmar que Tom Wolfe tenía razón: la carrera de periodismo está llena
de románticos idealistas que sueñan con vivir en una isla publicando novelas
(Wolfe, 1975). Pero ahora sueñan en secreto porque la reflexión da vergüenza.
Como si los sueños fueran vergonzosos por salirse de la regla.
Ya no hay lugar para la experiencia ni la
observación, los lugares de trabajo son efímeros, espacios de humo donde los
parámetros del tiempo se han transformado: un acontecimiento tarda más en
suceder que en ser conocido en el mundo entero. Y es que la regla ahora se rige
por el nuevo “no lugar” de Marc Auge, un enloquecido exceso de tiempo, espacio e
individuo (Auge, 1992).