El rigor de la antropología
es tan eficaz en su disciplina como cualquier otra ciencia
Iria Massotti
La propia ciencia cataloga la antropología como ciencia social más que metodológica. Sin embargo, la antropóloga Teresa San Román ha criticado en diversas
ocasiones, a lo largo de su trayectoria, el estigma respecto a la eficacia de
la antropología y su eficacia social a la hora de aplicar sus conocimientos.
Según declara en un artículo (San román, 2006) el error radica en la clara intención de infravalorar los buenos
resultados antropológicos que sí que han ayudado, desde el colonialismo del
lejano ya final del siglo XIX y principio del XX. Además, el hecho de juzgar
exclusivamente a la antropología occidental de poco ética refleja ya una
contradicción podo racionalizada, pues resulta obvio que "los seres
humanos son similares en todas partes".
Gracias a este
reduccionismo de interpretar la voluntad de aplicar el conocimiento como una
"intromisión manipuladora", los apoderados consiguen perseguir sus
propios intereses con el fin de adquirir aún más poder, a pesar de provocar un
mayor sufrimiento en las sociedades estudiadas, y de provocar una disminución
en el rigor de las investigaciones, por una falta de estímulo en los
antropólogos.
Sin embargo, la etnografía
es un método tan sutil y preciso que cada caso requiere ser valorado de forma
individual. Y, por lo tanto, resulta imposible generalizar acertadamente a la hora
de sancionar el conocimiento antropológico, prescindiendo de su aplicación.
Para ello, la misma
antropóloga nos especifica los cuatro modelos de investigación científica (Teresa San Román, 2009): selección del objeto de estudio, lectura a raíz de los intereses,
selección del campo de estudio y finalmente observación. Y nos propone un
modelo de investigación específicamente etnográfica, que ella misma puso en
práctica en su trabajo de campo.
En primer lugar, debe
validarse la existencia del problema o problemas, poniéndolo a prueba para ver
si sus consecuencias son extensibles a otros problemas. Para ello, el
investigador debe asegurarse de que los datos sean fiables en una etapa previa
a la inmersión. Para ello se debe evitar cualquier cultura próxima a la
condición socio-cultural del propio investigador, que pueda dar pie a
relativizaciones culturales.
San Román nos recuerda la
recomendación de P. Bourdieu respecto a “una especial vigilancia en el estudio
de lo próximo, porque el corte epistemológico con categorías que podríamos
denominar folk es muy difícil que llegue a producirse del todo.”
En la segunda etapa se
contrastan las hipótesis generadas, ya en el estudio de campo: se ponen a
prueba los resultados, modificándolos o abandonándolos, según los logros
cometidos. Sin embargo, estas dos etapas no son lineales, sino que pueden
solaparse según los datos recogidos. Además, San Román destaca que “no existen técnicas buenas ni malas ni más
o menos etnográficas”, sino que cada técnica tiene su utilidad en unas
circunstancias específicas y para unos problemas en concreto, y variarán en
función de si el interés del estudio es teórico, temático o etnográfico.
Sin embargo, no todo es rigor
escrupulosamente objetivo en antropología. Si observamos todos estos pasos
metodológicos a seguir, para una buena investigación etnográfica, nos damos
cuenta de que "buena
preparación" conlleva juicios de valor comparativos, fruto de unos
patrones socio culturales que, según el psicólogo madrileño Díaz de Rada (Ángel Díaz de Rada,
2010) "el lugar de la cultura es el lugar donde las relaciones (juicios
de valor e interpretaciones) son invisibles y la cultura inexistente. Niega la
existencia de esas relaciones y negarás tu propia existencia".
Por ello es lógico pensar que una total ecuanimidad de
interpretación es inalcanzable para el ojo humano, ya que todos estamos sujetos
a un contexto socio-cultural específico, que induce al sesgo de cualquier
realidad observada. Y aquí es necesaria una honestidad absoluta por parte del
investigador para explicitar ambas perspectivas socioculturales: la del
observador y la del observado.
Por ello, más allá que
delimitar una propuesta metodológica, San Román aconseja a todo investigador
etnográfico dos premisas básicas:
a)
Situaciones que nos muestren de manera particular la variabilidad cultural ‒en
cuanto a instituciones, redes de personas o grupos, grupos y categorías de personas,
comunidades de diferente tipo y otras‒ pertinente a los objetivos de la investigación.
b) Conexiones de las situaciones inicialmente seleccionadas con otras que justifiquemos como necesarias para una comprensión adecuada.
cuanto a instituciones, redes de personas o grupos, grupos y categorías de personas,
comunidades de diferente tipo y otras‒ pertinente a los objetivos de la investigación.
b) Conexiones de las situaciones inicialmente seleccionadas con otras que justifiquemos como necesarias para una comprensión adecuada.
Es por ello que,
finalmente, San Román nos aconseja evitar las generalizaciones en los datos
etnográficos descritos, en la medida de lo posible, ya que considera que son un
“proceso necesario e incluso inevitable en la investigación”, por lo que más
vale que éstas generalizaciones se lleven a cabo de la forma más rigurosa y
crítica posible.
BIBLIOGRAFÍA:
Ángel Díaz de
Rada. (2010). Cultura, antropología y otras tonterías. ( s. A. Editorial
Trotta, Ed.). Madrid.
San román, T.
(2006). ¿Acaso es evitable? El impacto de la Antropología en las relaciones e
imágenes sociales. Revista de Antropología Social, 15.
http://doi.org/ISSN: 1131-558X
Teresa San
Román. (2009). Sobre la investigación etnográfica. Revista de Antropología
Social, 18, 235–260. http://doi.org/ISSN: 1131-558X
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